sábado, 2 de febrero de 2019

Experiencias 19

A los seres humanos que asisten a los Ashram de la RedGFU, sea por primera vez o de manera asidua, les resulta en su mayoría una experiencia profunda, sanadora y feliz, por eso sugiero que quienes puedan y quieran, asistan a alguno de los Ashram de la RedGFU que se encuentran ya en muchas partes del mundo.

El fin de semana del 25 al 27 de enero de 2019, en el Ashram de Umécuaro, Michoacán, mi alma rebosó de gozo por los muchos momentos sublimes y los vínculos profundos que surgieron en esos días, así como el reencuentro y la reafirmación de cariño con viejos amigos, siendo todos parte de la gran familia espiritual. Quedé conmovido por momentos de amor inesperados entre las personas que concurrimos; fue un fin de semana de verdadera Magia.





Como este hermoso encuentro en el Ashram de Umécuaro, así sucedió en numerosas ocasiones todo el año pasado y en muchas partes, algunas en Coatepec, como lo vivido el 28 de julio, fecha del Natalicio del Hermano Mayor, Don José Manuel Estrada, alma grande y noble que sigue al servicio de la evolución de cualquier ser humano que quiera superarse a sí mismo. Otra vez las tres Cámaras funcionaron a pleno, con una profundidad tan especial, que se notó la fuerte presencia, desde los planos de la Mente superior, del Hermano Mayor.
A través de tantas anécdotas, se constata que sus enseñanzas y su gran capacidad de amar está viva en sus discípulos. Además, como era la semana de la unidad Humana, recibimos visitas de gente valiosa que entregó mucho durante años a la RedGFU. Bien invertido ha sido el esfuerzo, porque la motivación es servir a todo ser humano que se acerque, ya que estas obras son para el mundo.

Lo más importante es la felicidad de tantas personas disfrutando los Ashram, no solo de las disciplinas, pues un Ashram es mucho más que eso. En Coatepec tenemos un paraíso natural que se puede disfrutar paseando por sus senderos en el bosque, a los que se suman el sauna natural, la sala de masajes, los juegos, la alberca, los lagos, los deportes, la muy buena comida, los talleres, la música, la danza… Así, muchos fines de semana se vuelven una bella e intensa fiesta, donde surge en las actividades y entre la gente que participa, fraternales lazos de amor espiritual.


Se han realizado numerosos encuentros en el Ashram de Coatepec, como la del 16, 17 y 18 de noviembre con la exitosa experiencia de la primera Expo Yug Yoga. Qué decir de la alegría de tantísimos niños que asistieron, y las vivencias de gran cantidad de personas que participaron en los 35 talleres diferentes. Lo universal, fraternal y amoroso se vivió como una realidad posible y extraordinaria.



   

Pero esta vez, no solo quiero compartir algo de las vivencias desde mi punto de vista, sino la experiencia de una joven que conoció al Maestro José Marcelli hace años. Como un homenaje al Maestro que sigue vivo como mente, en su enseñanza y sus discípulos, ya que hace poco fue el aniversario de su natalicio.

Esto vivía el Maestro José Marcelli en los Ashram, donde su ¨presencia¨ se nota en cada lugar y en cada disciplina:


En las madrugadas del Ashram
El cielo florece
Y el aire huele a estrellas.

Cada día es tan alto
Como la conciencia
Del que lo vive
Y tan ancho
Como su esperanza.

-José Marcelli.


“La primera vez que conocí al Maestro Marcelli fue a través de sus textos. Antes de entrar siquiera a una clase de yoga, yo ya había investigado y leído todo lo posible acerca de la Orden, y los textos del Maestro fueron uno de los primeros ganchos que me llevaron a la RedGFU. Recuerdo que existía una página de internet donde había una breve biografía del Maestro y un enlace donde se subía todo lo que escribía: notas, cartas, puentes… Y fueron los puentes los que me atraparon. La forma de escribir del Maestro era indiscutiblemente poética, pero no sentimentalista. Había una sobriedad hilada con delicadeza que me lograba transmitir un mensaje claro, contundente y a la vez, hermoso. Cada vez que yo lo leía me transportaba a paisajes soleados, infinitos, vivos.

Ese fue el detonador decisivo que me llevo a culminar mi inquietud juvenil de hacer algo más de mi vida que simplemente estudiar, trabajar, procrear, y morir. El ideal de trascendencia, significado y profundidad, lo vi reflejado en los mensajes del Maestro, y el amor que demostraba a su Maestro, y al Maestro de su Maestro, despertó mis ganas de seguir esa línea de sabiduría con la misma necesidad con la que el pez necesita el agua.

Pasarían algunos meses hasta tener la oportunidad de conocerle en persona. Fue en el Ashram de Umécuaro, en una reunión de zona. A mi ciudad le tocaba coordinar el encuentro, así que entusiasta me puse la camiseta, literalmente, porque se mandaron hacer camisetas muy vistosas de staff, de manera que cualquier persona que se cruzaba conmigo y que acudía por primera vez al Ashram, me preguntaba una serie de cosas que yo desconocía, porque esa, también era la primera vez que yo iba a un Ashram. Muy emocionada, preguntaba aquí y allá para aprender más de aquel maravilloso y noble lugar. Aunque la verdad, poco sería ese entusiasmo comparado con la energía que me inyectó la primera Ceremonia Cósmica con el Maestro Marcelli.


Ya había acudido previamente a varios Antenajes, así que había tenido la oportunidad de quitarme, o al menos intentar quitarme, todos los prejuicios al respecto. Yo era muy joven, y como todo joven, excepcionalmente rebelde. Nada que me pareciera remotamente familiar a la religión me apetecía en lo más mínimo. Pero si acaso me quedó algún resquemor, todo eso se desvaneció en la Ceremonia. Por primera vez, dejé de pensar. No podía racionalizar aquello. No podía separarlo en partes y analizarlo laboriosamente, como analizaba todo lo que se me ponía enfrente por aquel entonces. Y honestamente, no tenía interés de hacerlo. Yo simplemente viví aquella Ceremonia y calladamente sentí una fuerza que me dejó sin palabras.

¡Éramos un montón de gente! Así que el Maestro ofreció una bendición personal a algunos y después una bendición general. Una vez que terminó la Ceremonia y empezó la algarabía para organizar el desayuno, yo me colé entre las personas y me acerqué a él. Estaba inclinado ante el altar, recogiendo cuidadosamente los elementos que ahí estaban dispuestos. Los ojos se me iban mirando aquellos bellos artilugios, las figuras, la Dama de Elche, el agua, el incienso… “Maestro” dije yo. Él dejó lo que estaba haciendo, se incorporó, giró su cuerpo hacia mí, puso sus manos en mis hombros y me miró sonriendo. Su mirada era un saludo familiar, como volver a ver a un amigo querido después de mucho tiempo. A la vez, también era curiosidad. Yo sentí que en esos breves instantes el Maestro escaneó todo mi ser y miró dentro de mí para descubrir cosas que ni siquiera yo sabía que llevaba dentro. Sonrió, y su sonrisa fue una de las más limpias y cristalinas que he visto en mi vida, porque no sólo sonrió con sus labios, él sonrió con sus ojos, con su rostro, con todo su cuerpo. “¿Puede darme su bendición?”. Trazó una cruz en mi frente, dijo “yo te bendigo” y me besó la cabeza.

La verdad, aquello me conmovió tanto, que hubiera bastado para inspirar toda la serie de cambios que yo procuré en mi vida con el objetivo de seguir el camino que yo veía claramente trazado por aquel Linaje que estaba indudablemente vivo. Aunque afortunadamente, aquella sería la primera de muchas oportunidades de compartir con el Maestro, sin ninguna otra pretensión que aprender.


Sus escritos me siguieron inspirando, y como yo quería escribir desde muy chica, me tomaba el atrevimiento de mostrarle lo que yo hacía. Él no era crítico literario, al menos que yo lo supiera, pero las críticas más útiles las he recibido de él. “Su texto fluye, transmite” cuando lograba escribir con naturalidad, o “haga más poesía y menos filosofía” cuando me ponía a divagar. Porque el Maestro siempre tuvo la particularidad de recordarme ir al Centro, a mi Centro. Cuando yo le consultaba sobre algún problema con toda la necedad y contrariedad de mis jóvenes años, lo primero que hacía siempre era decirme “Respire… ¿Ya respiró? Ahora si, pregúnteme”. Nada parecía tan malo, tan grave, tan serio, cuando él me bajaba de mi nube y me ponía los pies en la Tierra.


Era una Yamín entusiasta, y por supuesto, necesitada, muy necesitada de experiencias más profundas, de absorber como una esponja tanto como me fuera posible de las prácticas, las enseñanzas y las personas que me parecieran valiosas, y el Maestro ha sido para mí, una de las personas más valiosas y notables que yo he conocido. Le recuerdo con amor y con respeto, sístole y diástole… como tanto le escuché decir, y su enseñanza la llevo conmigo a donde vaya, porque no es una enseñanza muerta que se descubre en los libros o se practica una hora tres veces por semana, es una enseñanza que se lleva a cabo en todo momento. Al despertar y tomar unos momentos en silencio, al disfrutar de la compañía de los demás, al servir a quien pueda necesitarlo, al comer, al descansar, al trabajar… Al vivir con congruencia entre nuestros ideales de trascendencia y nuestras acciones humanas. Por eso sé, que el Maestro está vivo.”

Adriana María Sánchez Navarrete.         Septiembre de 2010.

Como reflexión final, es importante recordar que para hacer practicas que nos cultiven en todos los planos y nos lleven a experiencias cada vez más sutiles, hay que vencer la pereza y Osar encontrar el propósito individual de cada alma, Querer amar y servir a la vida, Saber comprender los misterios del universo y Callar lo personal para ir a lo universal el Ser…


                                            Gurú Constancio.
                                     Coatepec, Veracruz. 31-01-19.   
                                                  

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