jueves, 10 de octubre de 2019

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THANATOS III
   
Como seres humanos, creemos en el final de la vida y le tememos a la muerte por instinto natural; en gran parte porque nos han enseñado que morimos, además, observamos que de hecho desaparecemos físicamente. En la muerte, los 4 elementos que se encontraban en nosotros vuelven a la naturaleza y dejamos de “reflejarnos” en la forma física que teníamos.

Nuestra conciencia tiende a asociar la vida casi exclusivamente con el cuerpo biológico, sin embargo, la vida es mucho más. Todo lo que crea nuestra mente, aquello que pensamos o imaginamos que podría suceder, puede en efecto ocurrir en algún punto de este Universo o incluso en otras dimensiones. Son múltiples las posibles realidades, por lo que afirmándonos en el pensamiento de que “nada se pierde y todo se transforma”, podemos llegar a la conclusión de que la muerte no existe en el sentido Real, es decir, desde la esencia inteligente que rige el Universo.

Entonces, ¿cómo podemos afrontar las perdidas, el fallecimiento de un ser querido, o la muerte natural de nuestros padres? como lo expresa San Agustín. La premisa de que la conciencia puede crear la realidad, no es solo una idea abstracta, sino que tiene soporte en la física cuántica y la psicología social, además de estar en concordancia con algunos descubrimientos que han aportado tanto la biología como la neurociencia sobre la estructura de nuestro ser. La visión maravillosa de que nosotros como vida, podemos crear el Universo y no solo al revés, nos permite concluir que el Universo crea la vida que conocemos y a su vez, el tipo de vida que somos puede crear al Universo, ya que somos partículas conscientes del mismo Ser Creador.

Son abundantes los misterios de la existencia humana y de la muerte en sí. Sin embargo, científicos aseguran haber resuelto uno de estos misterios, que concierne a cuánto tiempo sigue funcionando la conciencia humana después del paro cardiorrespiratorio. De acuerdo a científicos británicos, se ha descubierto que una persona puede estar al tanto de lo que sucede entre 2 y 3 minutos después de la muerte.

Científicos de la Universidad de Southampton, en el Reino Unido, llevaron a cabo un estudio a gran escala, cuyos resultados aparecen publicados en la revista médica “Resuscitation”. En el experimento participaron más de 2.000 personas que habían pasado por la muerte clínica. Se observó que prácticamente uno de cada dos, se daba cuenta de lo que estaba sucediendo a su alrededor durante el paro cardiorrespiratorio.


Los investigadores descubrieron que, pese a la muerte real, la conciencia de las personas seguía funcionando en un intervalo de dos a tres minutos, pero, ¿y si este tiempo pudiera ser indefinido? Cerca de 150 encuestados fueron incluso capaces de recordar las técnicas y los tratamientos de emergencia realizados por los médicos para mantenerlos con vida.

Los investigadores también encontraron que 330 personas volvieron a la vida después de la muerte clínica sin ayuda de los médicos, ni de los medicamentos. Según ellos, durante el momento en que estaban clínicamente muertos, tenían la conciencia tan clara como en vida. Esto coincide con una de las respuestas que dio el Maestro Estrada cuando dijo que la vida después de la muerte sigue como en un sueño. Además, cuando se logra imprimir una gran experiencia en el alma, por los múltiples ciclos de la vida, esos minutos luego de morir no se terminan, sino que es posible mantener un cuerpo mental superior y seguir vivo en otros planos conscientemente. Es ahí donde tiene sentido mencionar a seres iluminados que siguen absolutamente “vivos”, aunque no estén más en el plano físico. La diferencia en las almas con poca experiencia, es que no se recuerda el sueño de la muerte durante el tiempo en que se está como partículas que almacenan las experiencias hasta volver a nacer.

Hay tantas maneras de explicarse la muerte, pero para percibir más allá de lo evidente hay que apelar a la consciencia superior. La mayoría de los grupos sociales y las diferentes culturas, explican los misterios que nos rodean a su manera, ya sea invocando a un dios particular o un grupo de dioses, mediante experiencias reales, o simplemente a través de un cuerpo determinado de creencias. Todas las opiniones son buenas, si son sinceras, y todo punto de vista y experiencia deben ser tenidos en cuenta en un Universo tan vasto y variado como el nuestro. Así los científicos trabajan para ofrecer respuestas objetivas sobre la infinitud del espacio y la estructura interna del átomo, sustentando cada día lo que se enseña desde hace mucho tiempo en la Iniciación.

Confirmar la existencia más allá del sepulcro no es tan difícil, aunque cada ser humano debe hacerlo por sí mismo. Las respuestas concretas están en nuestra alma y en la física cuántica; ya que la muerte definitiva es una ilusión creada por nuestra conciencia, todo lo efímero nos parece la vida real, pero justamente eso es el maya, la ilusión. Buceando en nuestro interior descubriremos la eternidad, descubriremos el Ser…

A veces “vemos” lo convexo de la vida y no sabemos de la existencia paralela de lo cóncavo, cuando lo verdaderamente interesante es que no pueden existir lo uno sin lo otro. Es por ello que, si bien, se presenta a nuestro intelecto un conflicto entre las pulsiones de vida y muerte, Eros y Thanatos, al ser aparentemente opuestas, en realidad puede decirse que ambas energías “negocian” entre ellas, armonizándose y complementándose con el fin de sostener la vida. Aquella coexistencia entre ambas, nos llevan a una constante evolución, obligándonos a transformarnos permanentemente.

Sin lo que llamamos muerte, no podríamos volver a nacer, y por lo tanto crecer y envejecer, continuando el camino de vuelta al Ser. Cuando solo predomina una pulsión o una sola parte de la manifestación de la vida, la armonía fracasa y la vida se vuelve caótica, por eso es posible afirmar que, sin una pulsión, la otra no podría actuar.

Si tomamos a Thanatos y Eros como muerte y vida, encontramos ejemplos en nuestro entorno cotidiano de cómo interactúan estas energías. Supongamos que de repente deseas ir a algún lugar, necesitas ir a ese lugar, lo apeteces, es cuestión vital para ti poder ir, debes hacerlo para satisfacer la pulsión de vida... entonces, ¿cómo podrías ir si no tienes una pulsión de muerte que armonice con ella? Es decir, ir a un lugar implica algún peligro, como tener un accidente en el camino, sufrir algún robo, etcétera, y además requiere un esfuerzo, ya sea económico o de tiempo. Entonces, si solo tuviéramos la pulsión de vida, no podríamos ir, porque el miedo a morir lo impediría, viviríamos encerrados, pues todo sería perturbador. Sin embargo, al equilibrar la pulsión de muerte dentro de ti, puedes tomar el riesgo del posible accidente o robo y animarte a satisfacer tu pulsión de vida, trascendiendo el miedo, ya que en algún lugar tuyo está también el “deseo de morir”, de volver al reposo inicial y eso es, gracias a la pulsión de muerte. Al perderle miedo a la muerte le perdemos miedo a la vida y viceversa.

Si no hubiera una pulsión, Thanatos, que puje por la separación y la discordia, no podríamos conocer el otro extremo: el amor, por lo tanto, no seríamos capaces de vincularnos con nadie, ni amorosa ni sexualmente, por miedo a los problemas o a ser abandonados, pero la fuerza de Eros nos empuja precisamente al vínculo. Quienes no pueden hacer alguna actividad que les de placer o no logran relacionarse ya sea por culpa o por temor, tienen a Thanatos dominándolos negativamente, reprimiéndolos y llenándolos de aprensión. Quienes pueden llevar su vida sin tantos límites y de forma más libre, tienen una pulsión de Eros que parece dominar, pero siempre en claro intercambio y complicidad con Thanatos.

Así que, siendo capaces de entender y sentir la comunión entre ambas energías, se vuelve difícil verlos como pulsiones distintas, ya que trabajan en conjunto. Por eso, podemos advertir el mismo ritmo en los ciclos de la vida: contracción, expansión… vivir, morir, vivir... valorar la muerte para valorar la vida, valorar la vida para disfrutar el descanso.

La luz que sale de la fuente del Ser, “muere” al densificarse hasta la obscuridad que es la materia en la vida humana, y retorna a su fuente original como luz al morir en lo humano, ya con más experiencias.
El Maestre S. R. De la Ferriere escribe en sus mensajes:
“Lo que se produce en el Microcosmo se produce analógicamente en el Macrocosmo, y la clave de la evolución natural no reside en los cambios de forma sino en la búsqueda de las fuerzas involutivas generadoras de estos cambios de formas: "toda evolución está precedida de una involución". Durante el proceso de evolución (Muerte) y de involución (Nacimiento) que soporta el espíritu inmortal, el Ser atraviesa diversas clases sociales que dependen de su conducta en existencias anteriores; clases sociales a menudo deseadas en la vida precedente, pero que también son resultado del comportamiento de vidas sucesivas. Sin embargo, las concepciones pueden variar: es decir, algunos tomarán estos términos al pie de la letra, mientras que otros se acogerán a diferentes filosofías...
No tendremos siempre nuestro cuerpo material para satisfacer nuestras pasiones. Es necesario, en consecuencia, adoptar la costumbre de que sea el espíritu el que ordene a la materia, a fin de ya no ser esclavo de nuestros imperativos materiales. Es fácil concebir que no hay muerte sino únicamente el fin de un estado, un cambio de forma, una transformación de la substancia”.
Piensa en la muerte como la ley inevitable de sufrir una metamorfosis, que es el principio mismo de la vida: la permanente transformación…
Gurú Constancio
Ashram M. de Coatepec, Ver. 7-10-2019

1 comentario:

  1. Maestro que profundo e importante saber que trascendencia y que por ello es básico cuidar el interior y buscar la congruencia. Entender que estamos en un plano de profundo aprendizaje.
    Pax gracias

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